domingo, 1 de marzo de 2009

Vida

Me pongo a pensar como naciste o como crecíste, quién paso por tú vida y quién se quedó o quién no habrá pasado... Los momentos vividos, los perdidos, los olvidados o los recordados. Y todo o nada se trata de recordar, el pasado... Tal vez el presente o el futuro. El futuro, aquella materia insipida pero tan atrayente y tan misteriosa a la vez. Y hablando de ambigüedades, la vida misma una vez más te deja parado entre la razón y el impulso. Te aseguro que nunca pudiste conocer ninguno de los dos extremos, de ser así da por seguro que no podrías estar leyendo esto. Pero estás vivo sintiendo cada segundo, que por más ínfimo que sea, forma parte de tú ser, por eso disfrutalo y estudialo a la vez... Cada segundo de tú vida es único, y cada momento vivido es maravilloso, de todo y todos algo vas a aprender porque nadie nace sabiendo y mucho menos nadie aprende o puede aprender de experiencias ajenas. Encontrate, descubríte y por sobre todas las cosas se original... Recuerda que el mejor consejo es el que te dicta tú corazón... Por lo tanto no tengas miedo a tus sentimientos, se libre... Que no te persigan los prejuicios. Cuando la desesperación te supere, sólo piensa en todo lo que viviste y aferrate a esas cosas que te hacen fuerte, que te dan orgullo y verás que nada es imposible. Todo tiene una salida lógica, lo importante es recorrer el largo camino (pero sumamente satisfactorio) de la verdad... Para ello puedes contar con tus amigos, esas personas que siempre estarán cuando más la necesites y que nadie puede privarse de de ello. La amistad, la relación más hermosa y más sincera. Por todo esto, se feliz... Sos una persona, sos una vida, tenés historia sobre tus hombros y vales mucho más de lo que te podés imaginar.

Para vos, para todos...

de Facu.

sábado, 10 de mayo de 2008

Planolandia

Bienvenidos, les voy a postear una historia escrita por Edwin Abbot (inglés), llamada "Flatland, a romance of many dimensions".

La leí originalmente hace unos 6 o 7 años atrás, realmente sin llegar a entender del todo lo que estaba proponiendo el autor con su obra, quizás sea gracias a la inmadurez o simplemente por no prestar demasiado interés a cosas "tan banales" para aquél entonces. Y me volví a reencontrar con el mismo hace un año atrás, ahora si comprendiendo lo que E. Abbot propuso.

Es algo largo el texto, pero vale la pena leerlo. Habla de como hay veces que nos negamos a realidades que personas o situaciones nos demuestran día a día, de como censuramos nuestra razón y no nos permitimos pensar más allá de lo que estamos seguros que es "real". Quizás no nos permitimos introducirnos en esa "nueva" realidad que tenemos servida ante nuestra vista, por el temor a perdernos, lastimar/nos, enloquecernos, etc... (en realidad se pueden aplicar miles de sensaciones en este punto, pero por el momento elegí esas).

Ahora si los dejo acompañados de las palabras:


"Planolandia es una narración puesta en boca del habitante de un mundo bidimensional, es decir, de una realidad que sólo tiene longitud y anchura, pero no altura. Es un mundo plano, como la superficie de una hoja de papel, habitado por líneas, triángulos, cuadrados, círculos, etc. Sus moradores pueden moverse libremente en superficie, pero, al igual que las sombras, ni pueden ascender por encima ni descender por debajo de ella. No hace falta decir que ellos ignoran esta limitación, porque la idea de una tercera dimensión les resulta inimaginable.

El narrador de nuestra historia vive una experiencia totalmente conturbadora, precedida de un sueño singular. En este sueño, se ve trasladado de pronto a un mundo unidimensional, cuyos habitantes son puntos o rayas. Todos ellos se mueven hacia delante o hacia atrás, pero siempre sobre una misma línea, a la que llaman su mundo. A los habitantes de Linelandia les resulta totalmente inconcebible la idea de moverse también a la derecha o a la izquierda además de hacia delante o hacia atrás. En vano intenta nuestro narrador, en su sueño, explicar a la raya más larga de Lineolandia la realidad de Planolandia. El rey le toma por loco y ante tan obtusa tozudez nuestro héroe acaba por perder la paciencia:

‘¿Para qué malgastar más palabras? Sábete que yo soy el complemento de tu incompleto yo. Tú eres una línea, yo soy una línea de líneas, llamada en mi país cuadrado. Y aun yo mismo, aunque infinitamente superior a ti, valgo poco comparado con los grandes nobles de Planolandia, de donde he venido con la esperanza de iluminar tu ignorancia.’

Ante tan delirantes afirmaciones, el rey y todos sus súbditos, puntos y rayas, se arrojan sobre el cuadrado a quien, en este preciso instante, devuelve a la realidad de Planolandia el sonido de la campana que le llama al desayuno.

Pero aquel día le tenía aún reservada otra molesta experiencia: El cuadrado enseña a su nieto, un hexágono, los fundamentos de la aritmética y su aplicación a la geometría. Le enseña que el número de pulgadas cuadradas de un cuadrado se obtiene sencillamente elevando a la segunda potencia el número de pulgadas de uno de los lados.

El pequeño hexágono reflexionó durante un largo momento y después dijo: ‘También me has enseñado a elevar números a la tercer potencia. Supongo que 3 al cubo debe tener algún sentido geométrico ¿cuál es?’ Nada, repliqué yo, al menos en la geometría, porque la geometría sólo tiene dos dimensiones. (...) Pero mi nieto volvió a su anterior objeción, pues me interrumpió exclamando: ‘pero si un punto, al desplazarse tres pulgadas, genera una línea de tres pulgadas, que se representa por el número 3, y si una recta, al desplazarse tres pulgadas paralelamente a sí misma genera un cuadrado de tres pulgadas por lado paralelamente a sí mismo, generará algo (que no puedo imaginarme qué) y este resultado podrá expresarse 3 al cubo.’ Vete a la cama, le dije, algo molesto por su interrupción. Tendrías más sentido común si no dijeras cosas tan insensatas.

Y así, el cuadrado, sin haber aprendido la lección de su precedente sueño, incurre en el mismo error de que había querido sacar al rey de Lineolandia. Pero durante toda la tarde le sigue rondando en la cabeza la charlatanería de su nieto (...) De pronto oye una voz: ‘el chico no tiene nada de alcornoque y es evidente que 3 al cubo tiene una correspondencia geométrica’. Es la voz de un extraño visitante que afirma venir de Espaciolandia, de un mundo inimaginable, en el que las cosas tienen tres dimensiones. Y al igual que el cuadrado en su sueño anterior, el visitante se esfuerza por hacerle comprender la realidad tridimensional y la limitación de Planolandia comparada con esa realidad. Del mismo modo que el cuadrado se definió ante el rey de Lineolandia como una línea compuesta de muchas líneas, también ahora este visitante se define como un círculo de círculos, que en su país de origen se llama esfera. Pero naturalmente el cuadrado no puede comprenderlo porque ve a su visitante como un círculo, aunque ciertamente dotado de muy extrañas e inexplicadas cualidades: aumenta y disminuye, se reduce a veces a un punto y hasta desaparece del todo. Con extremada paciencia le va explicando la esfera que todo esto no tiene nada de singular para él (...) pero el concepto de ‘arriba’ le resulta tan extraño al cuadrado que no lo puede comprender y, en consecuencia, se niega a creerlo. Al fin, la esfera no ve ninguna otra solución más que tomar consigo al cuadrado y llevarlo a Espaciolandia. Vive así una experiencia que hoy calificaríamos de trascendental.

Un espanto indecible se apoderó de mí. Todo era oscuridad, luego, una vista terrible y mareante que nada tenía que ver con el ver; vi una línea que no era línea, un espacio que no lo era; yo era yo, pero tampoco era yo. Cuando logré recuperar al habla, grité con mortal angustia: ‘Esto es la locura o el infierno?’ No es ni lo uno ni lo otro, me respondió con tranquila voz la esfera; es saber; hay tres dimensiones, abre otra vez los ojos e intenta ver sosegadamente.

A partir de este instante místico, los acontecimientos toman un rumbo tragicómico. Ebrio por la formidable experiencia de haber penetrado en una realidad totalmente nueva, el cuadrado desea explorar los misterios de mundos cada vez más elevados, de mundos de cuatro, cinco y seis dimensiones. Pero la esfera no quiere ni oír hablar de semejantes dislates: ‘No existe tal país. Ya la mera idea es totalmente impensable’. Pero como el cuadrado no ceja en sus deseos, la esfera, encolerizada, le devuelve a los estrechos límites de Planolandia.

En este punto, la moraleja de la historia cobra perfiles sumamente realistas. El cuadrado se siente llamado a la gloriosa y acuciante tarea de predicar en Planolandia el evangelio de las tres dimensiones. Pero cada vez le resulta más difícil despertar en sí el recuerdo de aquella realidad tridimensional que al principio tan clara e inolvidable le parecía; además, fue muy pronto encarcelado por el equivalente de la inquisición de Planolandia. Pero en vez de acabar sus días en la hoguera, es condenado a cadena perpetua y encerrado en un psiquiátrico. Una vez al año, le visita en su celda el Círculo Supremo, es decir el sumo sacerdote, para averiguar si mejora su estado de salud mental. Y cada año, el pobre cuadrado no puede resistir la tentación de intentar convencer al Círculo Supremo que existe una tercera dimensión. Pero el sacerdote menea la cabeza y desaparece hasta el año siguiente."








Hasta pronto...




Facu.